Víctor Ullate ha creado una fundación con la que podrá cumplir su sueño, enseñar baile a niños marginados. Les está brindando una gran oportunidad para que dejen de ignorar su talento y para que tengan el mismo derecho que cualquiera a ser felices. Para cumplir ese sueño necesita del apoyo de los niños, ya que bailar requiere elasticidad, gracia, espontaneidad, esfuerzo y concentración, entre otras muchas cosas. Los profesores les han tenido que crear esta vocación, y algunos se han aficionado y saben que cada vez tienen que esforzarse más, pero que eso es bueno para su cuerpo, su mente y para muchas cosas. Ha habido muchas bajas de niños, principalmente porque entre los hombres el ballet se cree como un deporte que representa homosexualidad.
La carrera del bailarín se acaba muy pronto, dejando abierta la puerta de la enseñanza, que es un camino poco compensatorio. El que quiera bailar tendrá que vivir para bailar. Es una vida dedicada por completo a ello y que te hará renunciar a muchas cosas. El gran temor de un bailarín son las lesiones, y las alegrías vienen cuando suben a un escenario para expresarse y disfrutar de su técnica. Y como esa alegría que le da al bailarín que sube a un escenario, es la que nos viene a nosotros cuando vemos bailar. Por desgracia, la danza aquí en España es muy pobre y nuestros bailarines tienen que salir al extranjero para cumplir sus sueños.
Las fotografías nos hacen ver la humanidad que tiene el baile y cómo los bailarines escriben con su cuerpo, firme y frágil a la vez.
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